viernes, 14 de septiembre de 2012

Mi primera entrada.

Puede que no sea gran cosa, al menos de momento. Aun así, veámosla como el comienzo de una bonita madurez. Quizás algún día se expanda por el infinito de mi cabeza y se convierta en una calva señorial. En ese caso tendré la opción de raparme el pelo que me quede, que es lo que hace la gente moderna, o dejarme melena, emulando el “Santiago Segura Style” (que no es más que una burda imitación del “Rappel Style”); esta melena implicaría una gomita atándola de vez en cuando, dando lugar a un look que siempre me ha vuelto loco: la calva con coleta. Oh, por favor, qué cosa más chula.

Sin embargo, la idea que más me seduce es la de la cenefa, una cenefita de pelo, como si se tratase de la pared de una cocina. Podría incluso pintarme cuadritos o frutitas en esa pequeña porción de pelo que me quedase, unos racimos de cerezas, unas espigas… ponerme unos ganchos, en los que colgaría las manoplas que protegen del calor de la bandeja del horno, o la espumadera, el cucharón y otros utensilios de mango largo, o el típico delantal con unas tetas dibujadas. 

Un elemento que combina muy bien con la cenefa es la cortinilla, pero no me acaba de convencer, considero que no son necesarios más Anasagastis en el mundo.

Cabe también la posibilidad de que esta entrada (que no se ve correspondida en simetría al otro lado de la cabeza, aprovecho para decirlo), se quede como está, que no llegue nunca a juntarse con el posible claro en el bosque de la coronilla. Si la situación fuese esa, no tendría necesidad de raparme para parecer moderno, pues una entrada pequeña es más o menos disimulable con un poco de pelo por encima, aunque podría igualmente pintarme cerezas o colgarme el delantal de las tetas pintadas.

No sé si aún se estila, pero recuerdo que hace unos años también se le llamaba entrada a las pelotillas de moco que se sacan de la nariz. Hubiera sido bastante desagradable, supongo, poner una foto de mi primera pelotilla de moco, aparte de que, después de veintipico años, dónde estará. Podría iniciar una investigación arqueológica para encontrarlo, al igual que en el cuento ese de Cortázar en el que le hace un nudo a un pelo y lo tira por el desagüe y después de nosecuánto tiempo se pone a buscarlo, abriendo en canal todas las calles de la ciudad para registrar una por una todas las cañerías; bueno, a lo mejor no era exactamente así, pero algo parecido, quizá no fuera ni de Cortázar.

Otra opción hubiera sido enseñaros una entrada de la primera vez que fui al cine, que, si no recuerdo mal, fue cuando pusieron Aladdín, aunque no creo que aquella entrada esté al alcance de nadie, y menos conociendo a mi madre, que lo tira todo. Sí que tengo guardadas, y a mano, unas cuantas entradas de conciertos, pero no creo que ninguna de ellas sea la primera, además, destacar un concierto por encima de todos los demás por el mero hecho de haber ido antes me parece una injusticia muy grande.

Hay un momento en la vida de todo ser humano que quiera ser considerado “de bien” en el que tiene que dar la entrada para un piso, para un coche, para un lulú de Pomerania… Eso es algo que aún me queda lejos, aunque si llega ese momento, siempre podré levantarme el flequillo y enseñarle a quien corresponda mi trocito lampiño de frente y decirle Cóbrese.


En cualquier caso, bienvenidos a éste, mi blog. El dolor de cabeza está garantizado.