Me da pánico el presente. Cada vez que miro el reloj y veo
la hora que es, me cago en los pantalones. Da igual que sea de noche o de día. No puedo soportarlo, es como un
nido de cuervos que se me agarra a la garganta y me ahoga, como una masa
viscosa y gris que se me mete por la nariz y me inunda las cuencas de los ojos.
Como un dolor de barriga muy fuerte ocasionado por un hipo de varios meses.
Como una luz al fondo de un túnel, pero tan cegadora que no te deja ver el
propio túnel por el que has de caminar. Como un picor intenso en la planta del
pie, como pequeños pinchacitos en los huevos. Como un puñado de clavos en la
boca, aderezados con kétchup Hacendado. Como una función de Ángel Garó
subtitulada en cirílico, como un disco de Melendi Y Amigos. Como tu ausencia
prolongada en el tiempo, como una astilla en una uña, como una hostia en el dedo
chico del pie. Como los señores enfarlopados que te piden las baquetas después
de la verbena mientras su hijo de 5 años baila sobre el altavoz más potente.
Como las moscas. Como una ola tu amor llegó a mi vida, como una ola de fuego y
de caricias. Como un halcón herido por las flechas de la incertidumbre, como
Nicholas Cage en Livin’ Las Vegas. Como el sol cuando amanece yo soy libre. Como
cinco piezas de fruta al día. No me lo creo ni yo.
La única solución es vivir atemporalmente, no tener consciencia de ser, que nadie a mi alrededor me recuerde que existo. Por favor. Gracias.
La única solución es vivir atemporalmente, no tener consciencia de ser, que nadie a mi alrededor me recuerde que existo. Por favor. Gracias.
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